Grietas

No te fuiste hasta que pude soportarlo,
no soltaste mi mano,
no dejaste de calentarme en invierno
y sacarnos en verano,
me enseñaste cómo es el amor verdadero,
cómo una mirada, un dormirte a mi lado,
bastaba para ser feliz.
Hace un año que tu amor quedó eterno.
Te quiero.

Ya nadie dice la verdad,
yo tampoco,
y duele;
ahora sonrío cada vez,
no deletreo mi apellido y espero
como hago en lo que sucede;
callar ayuda,
pero genera sospecha
como cuando te lo crees todo
y confías sin tener ni idea;
el amor ya no es lo que era,
huele a simulacro.

Latidos en batería
que empujan desde la mentira,
en una fantasía impuesta
sostenida en el silencio
de un cinismo aberrante;
solo tú te liberas
enterrando recuerdos en un cuento
donde nadie más importa,
siente y padece;
tú ordenaste lo que debía sentir
al dejar pasar el tiempo,
lo repites en cada verso
y otros aplauden;
así llenas los días,
ajeno a lo que aquí sucede.

You Will Tell Me Just How I Should Feel

Te guardé en un cajón,
llené los rincones
de motivos anteriores a ti;
y aún estiro el cuerpo,
lo dejo inmóvil,
atiendo al espacio invisible
que existe fuera de mí,
aislando las voces,
las caricias y el susurro constante;
pero no puedo dejar de verte,
quedan huecos por todas partes.

No hubo calma esta noche,
solo calor o gritos;
desperté esta mañana
cuando limpiaban las calles
de madrugada,
aturdida y llena de rabia
como si el mundo conspirara
añadiendo a mi cuerpo más ruido;
imagino ahora perder el oído,
abrir las ventanas
sin los golpes del día,
al margen de lo que sucede.
A veces sabes lo que no quieres,
no puedes evitarlo.

Toda mi atención en el desierto
amontonando arena en cada impulso,
escribiendo con ella,
persiguiéndola;
y no llega el sol,
dibujé una sombra para vivir
y lo que ahí sucede ya no importa;
no pude salir.

De la lepra a la locura,
de la religión a la medicina,
de tierra al mar
en un barco de ideas sin razón
de esas que aterran al crédulo
y alteran el orden,
de las que todos hablan
y pocos entienden;
de la exclusión,
de la vergüenza de un mundo cuerdo,
de la muerte en bandeja.

En un apego sin arraigo,
entre lagunas de vida
e inventos separados del resto,
en kilómetros de cartas y cuadernos,
de objetos perdidos
y veranos que acabaron;
en el camino los muertos,
la misma arena en ti.

Ya no ves tan cerca,
las manos se alejan del cuerpo
para reconocerse
y los ojos se nublan
en una distancia ajena,
en ese espacio ahora desconocido
que antes ignorabas;
y ya no te encuentras,
te acercas fingiendo ver
lo que la edad ya no te deja.
Ahora solo puedes mirar afuera,
estás demasiado cerca.

Son tus ojos,
tu gesto de haber vivido,
tu cuerpo quieto
cuando hablan tus brazos
y las manos detienen el ruido;
son tus piernas abriéndose al infinito,
tus pies devolviendo cada golpe de este mundo
sosteniendo el ánimo en un baile
que dibuja todo lo que no se ha dicho;
eres tú la que susurra detrás de los gritos,
la que mantiene el ritmo
cuando nos callan,
cuando nos matan los días;
eres tú contra el privilegio y el machismo.